lunes, 24 de mayo de 2010

Fornerin [pausas]

Fornerín [Pausas]

11. ÉTICA Y ACCIÓN. Las acciones humanas están dentro del bien y el mal. Ir más allá es una osadía. Es como encontrar la isla del tesoro en el tesoro. Es como contar las rayas a al tíguere. La ética designa las acciones dentro de un paradigma muy reducido. Aceptar aquello que no está bien, a sabiendas o por conveniencia, es un acto despreciable. Sé que el sujeto se juega y se las juega. La vida es así sumamente contradictoria. Pero, allí está el terreno de los perversos. Los híspidos, los cobardes. Las hazañas son de los que, sin mirar las conveniencias personales, rompen las barajas y juegan a ser lo que son y no lo que las conveniencias quieren. Calla el bandido y el pusilánime. Saben que no está bien, pero piensan en los bienes que les aporta su silencio. ¡Cuántas manadas de culpables! Borregos de la renta de las circunstancias, sacan provecho y viven; se unen en cobardía a los asesinos y responsables. El mundo es así por ellos. ¿Quién les pide cuenta? ¿Quién les azota su responsabilidad en la cara? Vivimos en un mundo donde cenan juntos el ministro y el asesino; el político y el corrupto (que se miran en el mismo espejo); el sicario y el abogado; el publicista y el político… y todo da igual. Pero, me pregunto: ¿puede haber acción sin ética? ¿Podríamos aceptar un mundo en el que las acciones humanas, dentro de un marco de relatividad, no tengan ninguna consecuencia? Que da lo mismo ser y no ser. Hablar y no hablar. Tomar posición y ganar, cuando la vida manda que estemos del otro lado de la acera. Hemos visto llover. Parece que ya la lluvia no nos moja al caer.

10. El ser y su peso. El ser que es, no es únicamente un ser físico. De ahí que su peso sea una fábula. El ser mismo es una metáfora. La idea de que algo que es, vuelve, es la justificación y la verdad de esa historia. Todo está retornando. No hay nada nuevo bajo el Sol. Lo cotidiano, lo que vivimos, más allá de la contemporaneidad de los grande relatos. Lo que se queda en lo íntimamente vivido, vuelve constantemente. Regresan las alegrías, las esperanzas, y las tragedias y las pequeñas caídas. Hitler no regresa, pero regresa el autoritarismo, en forma mínima, en partículas, en otro escenario. Vuelve de forma cotidiana. Hitler es una hipérbole de la Historia. Lo que vuelve de Hitler no nos acontece en la grandeza sino en la pequeñez y nos asusta. Por eso, cuando levanta cabeza lo neo, pensamos que vuelve el Nazismo. Pero no. Como no volverán los dinosaurios. Aunque algunos político sean la alegoría de animales mitológicos. La contemporaneidad está tan llena de la novedad, que no resiste lo viejo. Pero lo que era está ahí, y regresa y lo regresamos. Es el habitante de la memoria. El ser no tiene peso, sino liviandad. El ser fluye, como el río de Heráclito. Verde y humilde vio Ulises su Ítaca. ¿Y yo, cómo te veo, si a ti te estoy buscando: lejana y liviana, vida? Hazme el favor, sal a la calle y vístete con tu mejor camisa; tal vez puedas, de tal manera, mostrar tu verdadero sentido.

9. Consumidores. Parece como si los consumidores borraran con su acción toda ciudadanía. Veamos. Los derechos humanos los defienden grupos marginales; los Estados crean defensores: del ciudadano, del paciente, (que es el que pace en las salas de Emergencias), de la mujer, de los géneros, del consumidor, de los animales, etc.) Actualmente, parece que a los Estados no les preocupa los derechos humanos. Sus defensores son grupos marginados. Solo las leyes y los códigos como legado de un tiempo, están ahí. ¿Y por qué? Porque los gobiernos están interesados en lo que el hombre es hoy, en du deriva, en el consumidor de objetos y en la publicidad que es toda una mitología de la vida instrumental. En ella el cuerpo vació (horror vacui u horror a la cultura), se convierte en mensaje para el mercado. Hay unas metáforas muertas en la sociedad de consumo. Hay un paraíso encontrado en los senos de actriz porno de la adolescente y en las manos y el BMW del cirujano salido de la universidad de la “economía del conocimiento”. Y en eso, amigos, soy irreductible.

8. Las grandes verdades. Las verdades universales no existen. Creo que es un problema, en principio, ontológico. Existe
n las grandes verdades, porque alguien cree en ellas. Empero, la pura existencia no le da valor dentro de un paradigma. Las grandes verdades pueden ser las pequeñas verdades; podemos conocer las chicas verdades, más no las grandes verdades. Ese es un problema epistemológico. Necesitamos verdades para vivir y razones para soñar. Ese es un planteamiento antropológico y, si Ud. quiere, teológico y teleológico. No existe nada de lo que estamos diciendo, es un disparate, es una afirmación postmoderna. ¿Pero cómo afirmar lo anterior si están en crisis los grandes relatos? Pienso que el hombre es siempre una crisis. Que no estamos mejor ni peor que en 1810 ó 400 A. C. Lo humano no tiene ninguna solución. Parece algo pesimista. No confundir, lo permanente con lo que muda. El hombre siempre es el hombre. No hay perfección ética ni moral. No se debe confundir la civilización (como desarrollo del mundo material) con el sentido que tenía esa palabra en sus orígenes, desarrollo de las costumbres. El hombre siempre será un animal para el hombre, ¿Entonces, por qué piensa en la utopía? Contradicción. El pesimismo no tiene salida.

7. La vida simbólica. ¿Qué es la vida después de la muerte de Dios? ¿Cuál es el verdadero valor que tiene vivir o dejar que los demás vivan? No hay manera de pensar estas interrogantes sin volver a los proyectos simbólicos. El hombre necesita un consuelo. El hombre necesita una verdad. La vida es esa búsqueda. De ahí la charlatanería que le endilgaba Schopenhauer a Hegel. Decía que este último elaboraba una doctrina mítica. Tal vez por eso Hegel es más referido que Schopenhauer. ¿El hombre es un ser mítico que ha creado la mítica de la razón? ¿El proyecto de la modernidad no es más que una de esas expresiones fabulosas de la verdad como universal que busca el hombre? ¿Qué es la vida simbólica si no contamos con una utopía? ¿Puede haber otra más grande que aquella que Gandhi pregonara: “todos los hombres son hermanos”; ¿La Humanitas de Cristo hasta el Renacimiento? ¿Cómo podemos vivir una vida con las cosas y sin nosotros? ¿Podremos seguir confundiendo el sujeto con el yo, el nosotros con el yo, la subjetividad con el egoísmo? Es la vida simbólica una manera de trascender a la realidad inmediata. ¿Cuál es el papel del arte como creación de la vida simbólica? Dios es una de las más grandes Metáforas del ser humano. Creada a nuestra imagen y semejanza. La vida verdadera es una fábula. ¿Será preferible a esta hiperrealidad que vivimos?


6. La vida instrumental. ¿Cómo definir la vida instrumental? No es otra cosa—me pregunto—que vivir abandonando el proyecto simbólico. Pero, ¿podríamos pensar lo instrumental sin su contrario? Solo lo instrumental nos sirve, nos ayuda. El problema es que si convertimos la vida en un instrumento ella se queda vacía, sin sentido. Como si el sentido de la vida fuera una metáfora muerta. Es decir, no se vive como sino que se vive. Lo vital, tan unido a la voluntad, al poder, a lo dionisiaco, a lo natural, nos asalta desde El mundo como voluntad y como representación, de Schopenhauer, al Origen de la tragedia, de Nietzsche. Pasando por el irracionalismo de Dostoievski a Freud. Empero, ¿podemos pensar la instrumentalidad de la vida, más allá de la falsa conciencia, del arrojarse a las cosas? La vida como un supermercado o la vida Wal-Mart, donde todos los objetos están ahí listos para ser usados. Sin que haya que hacer el menor esfuerzo. Come y vive. Tienes derecho a un plasma (que no sea sanguíneo, por supuesto). El capitalismo ha hiperbolizado el desarrollo de la instrumentalidad. El hombre es esclavo de las cosas. Las cosas son sucedáneas. La vida queda en un vacío, es algo vacuo, sin sentido. ..Los cuerpos lipidosos están frente a los televisores. Una mano se alarga, busca en el refrigerador algo que comer. En la pantalla se proyecta una pelea de box, un juego de fútbol, o, de cualquier cosa. El ludismo pasivo, el consumo de grasa, la quietud. Se escucha, a lo lejos, el grito por el último jab del boxeador. Somos HBO, McDonald, K-Mart. Frente a eso, pocos se preguntan por los símbolos y los saberes. Los símbolos están ahí encuestados (metro medidos) por la cultura de mesa y el mercado; los saberes son simplemente informáticos.

5. Alain Turaine Príncipe de las Humanidades en Asturias.
Alain Touraine ha sido un gran amigo de América. Un escritor celebrado y reconocido. Ha vivido entre nosotros y conoce nuestra realidad social. Varias universidades nuestras le han doctorado. No sé si revolucionó la sociología después del Mayo francés, pero su teoría sobre el actor y su dedicación al estudio de la modernidad y el sujeto me han llenado de mucha esperanza. Uno de sus temas fundamentales es el del sujeto en una sociedad multicultural. Ha sido un crítico del autoritarismo y ha propuesto y una nueva manera de ver y de concebir la democracia transparente y de consenso entre los actores. Enhorabuena por este reconocimiento y espero que sus teorías tengan ahora más difusión de la que han tenido en Francia, América Latina y el mundo.




4. Economía del conocimiento. ¿Cómo podemos insertarnos en la “economía del conocimiento”? El término es muy liviano. Es parte de la retórica neoliberal. De la llamada globalización. Lo importante es cómo el trabajo genera riquezas. Quién la produce y quién la acumula. La enajenación económica queda intacta. No es cierto que la era informática la ha cambiado; creo que la potencia. Hoy somos más informados; pero más enajenados. Cada vez las grandes empresas acumulan más capital (Exxon Oil, por ejemplo). La economía inteligente devela que los productos intelectuales, inteligentes, potencian las ganancias y la acumulación. De ahí que se esconde el problema del desarrollo basado en la informática, a favor de una hipermodernidad, demasiado dura y un discurso muy débil. En ese cuadro, los estudiantes son clientes; los profesores no existen; la ideología disfraza los discursos a favor de una “democratización” del mercado. Los actores son consumidores y, a su favor, la sociedad evita la negociación, los consensos, el diálogo. Su interés es determinar la forma del escenario: las políticas educativas, las formas de producción, distribución, la economía, y su agregado, “el conocimiento”. Lo único que pudiera salvarnos son las ciencias humanas, las Humanidades. Pero, quieren desmantelarlas, desaparecerlas a favor de la “investigación científica” para las grandes industrias. Por eso se hace tan difícil el escenario político, que es cada vez es más conservador y neo-. En la economía del conocimiento, los consumidores son masa pasiva, silente. De ahí que la tradición de lucha regrese. ..Ya las grandes familias oligárquicas no tienen el dominio de la información. Pretende controlar el Internet. Hay demasiado aire en la atmósfera, dicen. La respuesta a la pregunta inicial, ¿cómo nos podemos insertar en la “economía del conocimiento”?, es: nadando, como en el diluvio de Macondo.


No hay comentarios: