viernes, 28 de junio de 2013

La narrativa de Andrés L. Mateo a propósito de El violín de la adúltera



 Miguel Ángel Fornerín

Variadas son las razones que me llevan a caracterizar a Andrés L. Mateo como uno de los mejores narradores de la literatura dominicana actual y uno de los que mejor la puede representar en todo el concierto de la literatura hispanoamericana. Aprovecho la reedición de El violín de la adúltera (Alfaguara, 2013) para realizar las siguientes cavilaciones...
Un narrador debe tener condiciones para crear un arte singular, que se diferencie de los demás. También debe realizar una obra que se sostenga por sí misma.  Ser un creador que realice su trabajo sin prisa y sin pausa, con un nivel de calidad incuestionable.
            He esbozado ciertas ideas que, sin que cubran todo el espectro intra o extraliterario, nos servirán para apuntalar la tesis que hemos enunciado arriba: la singular participación de Andrés L. Mateo en la narrativa. Ya sabe el lector que es Mateo  poeta, un buen poeta, y también un excelente ensayista. Se despliega su literatura al campo del periodismo, del ensayo académico y del ensayo crítico cultural.
            Pero volvamos al principio. Andrés L. Mateo publicó una obra importante en 1979, “Pisar los dedos de Dios”, en ella se destacan dos aspectos: el  augural  y el  inaugural. En el primero se proclama el nacimiento de un narrador, de voz propia, recomendado por otro gran narrador, Marcio Veloz Maggiolo; y, en el segundo,  se inaugura una narrativa que se inserta en la tradición dominicanista, es una obra que pretende presentar el mundo dominicano, hacer crítica, plantear una situación dominicana. En ese caso queda desvelado el mundo vivido, la memoria de infancia, el contexto angustiado de la dictadura. También es Pisar los dedos de Dios una obra propia de la vida intelectual dominicana unida a las grandes preocupaciones de la literatura universal: el existencialismo y la experimentación. Ya en ella se nota las lecturas de James Joyce, como me ha recordado Giovanni Di Pietro.
            En lo augural, Pisar los dedos de Dios es el inicio de un narrador que cuenta una historia; aunque no pretende concluir en una sola novela  -- ese es un valor importante para definir los problemas de la novelística dominicana-- contar una historia en un contexto y una atmósfera cargada de cierta verosimilitud; así como la creación de personajes que permiten que la virtualidad de la obra atrape al lector desde el principio hasta el final. También, hay en su narrativa  un estilo, una vocación de escritor que se manifiesta en el sello que le pone  al texto, en el ritmo que le da a las palabras.
            En este aspecto, Andrés L. Mateo  se encuentran dentro de los grandes, como García Márquez, y en nuestro país en la prosa de Ramón Lacay Polanco y en la de Marcio Veloz Maggiolo en sus momentos extraordinarios. Ese ángulo es fundamental para ver el inicio y el desarrollo de una trayectoria literaria; sus logros y mudanzas. Luego en 1982, Andrés L. Mateo publica La otra Penélope, con la que gana el Premio Nacional de Novela. Si comparamos esta obra con la anterior, veremos el desarrollo de una prosa que no tiene caídas, la virtualidad de las acciones humanas, el apegarse a los temas dominicanos y de realizarlo dentro de los problemas de la condición humana. Mateo, como Marcio Veloz Maggiolo,  ha sabido unir los problemas dominicanos a los problemas universales, como identidad de la poética postumista y la de La Poesía sorprendida.
            Con La otra Penélope, Mateo logra una atmósfera extraordinaria, el desencanto de la juventud dominicana luego de la Guerra Civil de 1965. Hay en ella un cruce del realismo social y el existencialismo. Aspecto que se da en Hispanoamérica donde muchos escritores marxistas tomaron el existencialismo de Sartre y Camus como bandera. Esto se puede apreciar en la construcción del personaje principal Feliz Marcel. La otra Penélope es una novela muy estimada por mí, la he leído y releído, y a veces creo que no podrá ser superada por el autor.
            Con la publicación en 1991 de La balada de Alfonsina Bairán, Mateo vuelve al espacio de la dictadura; a diferencia de la novela anterior, esta plantea de forma más detallada una historia, una genealogía, la inmigración española a Ciudad Trujillo y  la presencia de un personaje femenino que no recibe la acción, sino que la realiza. Alfonsina Bairán es uno de los personajes femeninos de nuestra narrativa de mayor fuerza dramática, apegada al rencor como Doña Bárbara a su llano,  “a todos nos ha creado esa mujer” dice el doctor Cordones. La balada plantea el problema existencial, lo absurdo de la dominicanidad en la risa del doctor Cordones y  el río Ozama como el tiempo dominicano, empozado, repetitivo...
            En La balada encontramos a un narrador más curtido en la creación de personajes. El lenguaje sigue siendo una fuerza en la que no vemos variaciones sustanciales; la virtualidad creada, la profundidad existencial, Nelson Nova frente al espejo, como Feliz Marcel frente a las vidrieras de la calle  El Conde, todos estos personajes están signados por un destino azaroso, como Alba Besonia, como Alberto Cuadra, como Mayía de Pisar los dedos de Dios. En lo formal se destaca por el uso del  monólogo  interior, el diario como hipotexto, como palimpsesto como ha plateado Manuel Matos Moquete sobre La otra Penélope.
Mientras que en El violín de la adúltera encontramos el progreso de la prosa de Mateo. Postulo que ha logrado una síntesis. Ceo que el periodismo, y la forma de diario de la obra, le ha deparado un estilo menos barroco; frente al neobarroco de sus obras anteriores, creo que ha realizado  una síntesis extraordinaria; cosa que ayuda a que  El Violín de la adúltera tenga mayores lectores. Debo agregar que en esta obra la ciudad de Santo Domingo, como el cronotopo de la obra de Mateo, y muchos de los escritores de la posdictadura, aparece no como una crónica de la vida, sino cual narración de las simulaciones que la dictadura deja en el alma humana. Con Néstor Luciano Moreira, protagonista de El violín, conoceremos aspectos psicológicos y existenciales de la dominicanidad frente a la barbarie que representa la dictadura.
            Más allá, la vida del hombre, sus máscaras, su masculinidad, se encuentra la autenticidad de Elso, un homosexual, negro y podre; quien es personaje más auténtico. La mujer con el violín, el barrio y sus misterios; la mirada del otro en la dictadura, los niños, su crecimiento… Todo esto anotado en un diario en donde el otro escritor, el intradiegético, no solo hace una crónica de su vida, la ciudad, la festividad de la Semana Aniversario, sino del tedio existencial de la dictadura. Al final viene el triunfo del amor frente a las ideologías machistas que destruyen la masculinidad impuesta por los Trujillo..
            En suma,  son estos elementos lo que hacen de un narrador un autor que puede atravesar fronteras culturales. Como lo ha hecho Andrés L. Mateo cuyas obras han sido estudiadas por profesores de universidades, como Maryse Renaud que ha  trabajado la relación de la narrativa de Mateo con la obra del autor de El astillero,  Juan Carlos Onetti. Otros  han tratado distintos temas de esta narrativa en  monografías y tesis académicas. 

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