Variadas son las razones que me llevan a
caracterizar a Andrés L. Mateo como uno de los mejores narradores de la
literatura dominicana actual y uno de los que mejor la puede representar en
todo el concierto de la literatura hispanoamericana. Aprovecho la reedición de El violín de la adúltera (Alfaguara,
2013) para realizar las siguientes cavilaciones...
Un narrador debe
tener condiciones para crear un arte singular, que se diferencie de los demás.
También debe realizar una obra que se sostenga por sí misma. Ser un creador que realice su trabajo sin
prisa y sin pausa, con un nivel de calidad incuestionable.
He
esbozado ciertas ideas que, sin que cubran todo el espectro intra o
extraliterario, nos servirán para apuntalar la tesis que hemos enunciado
arriba: la singular participación de Andrés L. Mateo en la narrativa. Ya sabe
el lector que es Mateo poeta, un buen
poeta, y también un excelente ensayista. Se despliega su literatura al campo
del periodismo, del ensayo académico y del ensayo crítico cultural.
Pero
volvamos al principio. Andrés L. Mateo publicó una obra importante en 1979, “Pisar los dedos de Dios”, en ella se
destacan dos aspectos: el augural y el inaugural. En el primero se proclama el
nacimiento de un narrador, de voz propia, recomendado por otro gran narrador,
Marcio Veloz Maggiolo; y, en el segundo, se inaugura una narrativa que se inserta en la
tradición dominicanista, es una obra que pretende presentar el mundo
dominicano, hacer crítica, plantear una situación dominicana. En ese caso queda
desvelado el mundo vivido, la memoria de infancia, el contexto angustiado de la
dictadura. También es Pisar los dedos de
Dios una obra propia de la vida intelectual dominicana unida a las grandes
preocupaciones de la literatura universal: el existencialismo y la
experimentación. Ya en ella se nota las lecturas de James Joyce, como me ha
recordado Giovanni Di Pietro.
En
lo augural, Pisar los dedos de Dios
es el inicio de un narrador que cuenta una historia; aunque no pretende
concluir en una sola novela -- ese es un
valor importante para definir los problemas de la novelística dominicana--
contar una historia en un contexto y una atmósfera cargada de cierta verosimilitud;
así como la creación de personajes que permiten que la virtualidad de la obra
atrape al lector desde el principio hasta el final. También, hay en su
narrativa un estilo, una vocación de
escritor que se manifiesta en el sello que le pone al texto, en el ritmo que le da a las
palabras.
En
este aspecto, Andrés L. Mateo se
encuentran dentro de los grandes, como García Márquez, y en nuestro país en la
prosa de Ramón Lacay Polanco y en la de Marcio Veloz Maggiolo en sus momentos
extraordinarios. Ese ángulo es fundamental para ver el inicio y el desarrollo
de una trayectoria literaria; sus logros y mudanzas. Luego en 1982, Andrés L.
Mateo publica La otra Penélope, con
la que gana el Premio Nacional de Novela. Si comparamos esta obra con la anterior,
veremos el desarrollo de una prosa que no tiene caídas, la virtualidad de las
acciones humanas, el apegarse a los temas dominicanos y de realizarlo dentro de
los problemas de la condición humana. Mateo, como Marcio Veloz Maggiolo, ha sabido unir los problemas dominicanos a
los problemas universales, como identidad de la poética postumista y la de La
Poesía sorprendida.
Con
La otra Penélope, Mateo logra una
atmósfera extraordinaria, el desencanto de la juventud dominicana luego de la
Guerra Civil de 1965. Hay en ella un cruce del realismo social y el
existencialismo. Aspecto que se da en Hispanoamérica donde muchos escritores
marxistas tomaron el existencialismo de Sartre y Camus como bandera. Esto se
puede apreciar en la construcción del personaje principal Feliz Marcel. La otra Penélope es una novela muy
estimada por mí, la he leído y releído, y a veces creo que no podrá ser
superada por el autor.
Con
la publicación en 1991 de La balada de
Alfonsina Bairán, Mateo vuelve al espacio de la dictadura; a diferencia de
la novela anterior, esta plantea de forma más detallada una historia, una
genealogía, la inmigración española a Ciudad Trujillo y la presencia de un personaje femenino que no
recibe la acción, sino que la realiza. Alfonsina Bairán es uno de los
personajes femeninos de nuestra narrativa de mayor fuerza dramática, apegada al
rencor como Doña Bárbara a su llano, “a
todos nos ha creado esa mujer” dice el doctor Cordones. La balada plantea el problema existencial, lo absurdo de la
dominicanidad en la risa del doctor Cordones y el río Ozama como el tiempo dominicano,
empozado, repetitivo...
En
La balada encontramos a un narrador
más curtido en la creación de personajes. El lenguaje sigue siendo una fuerza en
la que no vemos variaciones sustanciales; la virtualidad creada, la profundidad
existencial, Nelson Nova frente al espejo, como Feliz Marcel frente a las vidrieras
de la calle El Conde, todos estos
personajes están signados por un destino azaroso, como Alba Besonia, como
Alberto Cuadra, como Mayía de Pisar los
dedos de Dios. En lo formal se destaca por el uso del monólogo interior, el diario como hipotexto, como
palimpsesto como ha plateado Manuel Matos Moquete sobre La otra Penélope.
Mientras que en El violín de la adúltera encontramos el progreso
de la prosa de Mateo. Postulo que ha logrado una síntesis. Ceo que el
periodismo, y la forma de diario de la obra, le ha deparado un estilo menos
barroco; frente al neobarroco de sus obras anteriores, creo que ha realizado una síntesis extraordinaria; cosa que ayuda a
que El
Violín de la adúltera tenga
mayores lectores. Debo agregar que en esta obra la ciudad de Santo Domingo,
como el cronotopo de la obra de Mateo, y muchos de los escritores de la
posdictadura, aparece no como una crónica de la vida, sino cual narración de
las simulaciones que la dictadura deja en el alma humana. Con Néstor Luciano
Moreira, protagonista de El violín,
conoceremos aspectos psicológicos y existenciales de la dominicanidad frente a
la barbarie que representa la dictadura.
Más
allá, la vida del hombre, sus máscaras, su masculinidad, se encuentra la
autenticidad de Elso, un homosexual, negro y podre; quien es personaje más auténtico.
La mujer con el violín, el barrio y sus misterios; la mirada del otro en la
dictadura, los niños, su crecimiento… Todo esto anotado en un diario en donde
el otro escritor, el intradiegético, no solo hace una crónica de su vida, la
ciudad, la festividad de la Semana Aniversario, sino del tedio existencial de
la dictadura. Al final viene el triunfo del amor frente a las ideologías
machistas que destruyen la masculinidad impuesta por los Trujillo..
En
suma, son estos elementos lo que hacen
de un narrador un autor que puede atravesar fronteras culturales. Como lo ha
hecho Andrés L. Mateo cuyas obras han sido estudiadas por profesores de
universidades, como Maryse Renaud que ha trabajado la relación de la narrativa de Mateo
con la obra del autor de El astillero, Juan Carlos Onetti. Otros han tratado distintos temas de esta narrativa en monografías y tesis académicas.
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