martes, 16 de marzo de 2010

Un nostálgico de la Era de Trujillo




¿ES EL SECRETARIO DE CULTURA LANTIGUA UN
NOSTÁGICO DE LA ERA DE TRUJILLO?

[Y para esa época no debe existir

nunca ni un gramo de elogio ni una pizca de simpatía

jrl, 2010]

[Para dolor de todos y de la historia, todos los atributos de este hombre excepcional (Trujillo) se vinieron prontamente abajo]

jrl, 1996]

Miguel Ángel Fornerín
fornerin.blogspot.com

Me he quedado sorprendido por el artículo que publica el semanario Areito del cotidiano Hoy del pasado sábado 7 de marzo. Al terminar la entrevista que la apreciada periodista Ángela Peña realizara al historiador don Emilio Cordero Michel, uno de los familiares de las víctimas de la tiranía trujillista, éste se lamenta de las acciones que las autoridades no realizan para contener el falseamiento de la Historia y la nueva vejación a la memoria justa a la que tienen derecho las víctimas y familiares, motivos que tuvieron los primeros legisladores de la Libertad para prohibir el enaltecimiento público de la figura del déspota y sus acciones.

La sorpresa la recibo también al leer el artículo del licenciado José Rafael Lantigua, ensayista ortegunino y autoproclamado, “estudioso de los temas” sobre el trujillismo. Parece que el artículo del Secretario (ahora ministro) fuera una respuesta a la crítica del historiador. En la recensión del libro de Angelita Trujillo, reina de la Feria de la Paz, la Confraternidad del Mundo Libre, el Secretario dice que todo intelectual debe leer el libro de la hija del dictador y luego termina diciendo que es un libro fallido que no merece la atención del lector. (Nunca había leído nada sobre “libros fallidos”, sí de Estados fallidos. Tal vez quiere decir, que no logró su cometido, lo que nos deja inferir que el autor conoce los planes del que escribió el libro). En verdad, la pieza del Secretario es una lástima, igual que libro de Angelita. Me explico: es asombroso que un funcionario de su categoría y miembro de la Academia de la Lengua se invente la palabra “hilación” que no existe en el diccionario; tal vez quiso decir el ensayista orteguino “ilación”, es decir, que en el libro referido no existe un orden discursivo. Mucho más se puede decir de su desaguisada reseña.

Dediquémonos a lo medular. Porque es que hay muchos bultos, en su defensa. Hay muchos olvidos, reticencias e imposturas. Dice el Secretario que no puede prohibir el libro de Agelita porque es fundamento del orden democrático que todas las ideas fluyan en el país, pero que no se debe hacer ni una pizca de elogio al Dictador. Olvida el licenciado Lantigua que fue él precisamente quien dijo en su libro La conjura del tiempo, memorias del hombre dominicano, que Trujillo era un hombre dechado de probidades. En el apartado “Trujillo: en elogio de sus virtudes” escribe el actual ministro del gabinete Fernández: “era pues, el Jefe, como soldado un ser hecho para hacerse obedecer. Y, era también el Jefe, como gobernante, un ser de conformación personal subyugante, dueño de una “dignidad majestuosa”, que obligó a casi todos los dominicanos a mezclar en su admiración por el líder, respeto, temor y simpatía”(88).

El verbo de Lantigua repite los estereotipos de los trujillistas y los asume como propios. Noten el sentido de “dignidad” y la “majestad” de un abigeo, violador de doncellas y asesino de sus adversarios. ¿No constituye esto un elogio al Dictador? Lean lo siguiente: “…Trujillo imantaba con su recia personalidad, su galante y recta compostura física, mientras sus ademanes se repartían con austeridad cuando saludaba o reía o charlaba, o cuando mantenía su mirada penetrante, casi hiriente sobre sus súbditos temerosos que acabaron por entender, zoquetonamente, que tantas cualidades reunidas en un solo hombre sólo podían ser consumidas como una ofrenda de la Divinidad a un pueblo maltratado y avasallado desde sus propios orígenes” (89). Enjuicie Ud. la visión del dominicano como súbdito y zoquete que expone el actual ministro. Pero hay mucho más. Olvida el Secretario que la virtud, de acuerdo a la ética aristotélica es un camino para lograr en estado de pureza que los escolásticos llevaron como una vía de encuentro con Dios. ¿Cómo es posible que un Secretario de la cultura entienda que Trujillo tenía semejantes dotes y luego venga a decirnos que no hay que alabar a Trujillo, si él ha escrito su “elogio”?

Encarecimiento que llega al colmo: “Pero, al margen de sus encantos personales, Trujillo aunó otras virtudes que le sirvieron para sostenerse sin mayores tropiezos, por lo menos, durante los primeros veinticinco años de su régimen. Fue seductor: Enervaba a los hombre volviéndolos pusilánimes y obsecuentes hasta la decrepitud, y concitaba simpatías alocadas en las mujeres, muchas de las cuales se les ofrecieron sin tapujos, en algunos casos con la asqueante algarabía de padres irrefrenablemente perversos” (89). Pienso que este juicio no es correcto; no puede ver Lantigua en la mujer dominicana su valor de luchar contra la dictadura. No reconoce el martirio de las hermanas Mirabal ni de decenas de luchadoras por la libertad como Carmen Natalia y Maricusa Ornes. Creo que esas palabras sirven para comprender más al Secretario que a Trujillo. Lo que el Sátrapa conseguía no era producto de la fuerza que ejercía su ensalzada seducción y sus virtudes ni de la abyección de los otros. En fin, para José R. Lantigua Trujillo era virtuoso, el pueblo era abyecto y las mujeres locas desenfrenadas se entregaban al macho dominicano. La seducción de Trujillo era así par ambos sexos. Trujillo de solo mirar a hombres y mujeres los convertía, por arte de su mágica seducción, en pusilánimes y obsecuentes, es decir sumisos.

Dice José Rafael Lantigua que Trujillo como patriota fue anti-haitiano, como si para ser patriota había rechazar a Haití. Es Lantigua de los pocos que hoy día afirman que Trujillo era un patriota que buscaba continuar la obra de Duarte. Otro planteamiento inconcebible es afirmar que para ser patriota es dable ser anti-haitiano porque Haití es una espinita en la espalda de la nación dominicana. ¿Quién le ha dicho al Secretario que la existencia de Haití es un problema para el país? ¿No se trata de un problema de convivencia sino de existir o no existir para el historiador y sociólogo Lantigua? Otro asunto que el Secretario esboza es que la matanza de los haitianos era reprochable, pero el hecho en sí ayudó a solucionar o a contener un problema grave, como la inmigración ilegal de haitianos. En consecuencia, ¿debemos entender, que los métodos son censurables, pero el resultado es bueno? ¿No es lo mismo que aseverar que los crematorios nazis eran malos, pero ayudaron a limpiar el mundo de judíos? Aquí va la cita completa. Escribe José R. Lantigua en torno a la matanza de haitianos: “Nunca antes, ni después, la defensa de nuestra mal llamada identidad nacional, estuvo mejor guardada y respetada, produciéndose un viraje en las relaciones dominico-haitianas, históricamente siempre en debate, al influir en la política doméstica del vecino país y no aquellos en la nuestra”(92). Después de estos elogios me pregunto ¿qué relación tienen sus ideas con los actos de enaltecimiento del Dictador que hemos vivido en los últimos años? Durante su incumbencia se han realizado eventos de rehabilitación del trujillismo, como el que ocurrió en San Cristóbal y el premio a la nieta del sátrapa. Ahora quiere ponerse delante y decir, lo que se debe o no hacer con el libro de Angelita.

En su ensayo de marras, dice el licenciado Lantigua que Trujillo no fue el culpable de los actos de terror que vivió el país, sino sus funcionarios. Interesante. Es lo mismo que se decía de Balaguer y de Hitler y de otros dictadores más cercanos. Cree Lantigua apoyándose en J. Gimberdard que: “La altitud de metas de las ambiciones de este hombre insólito que impuso su concepción de su República Dominicana y fabricó un país vigoroso en el cual las históricamente establecidas y habituales expresiones de inferioridad, pobreza e imponencia nacionales fueron prohibidas –tácitamente- por ese hombre que fabricó un país con una mayor confianza obligada en sus potencialidades, en el lugar en que antes había una vasta aldea esfuminada por viejas tristezas de viejos abandonos y viejos menosprecio” (94). ¿Apoyar estas ideas no es una forma de encomio al trujillismo?

¿Cómo se retrata mejor el Secretario de Cultura, en su discurso de elogios y condenas o en la cita del reconocimiento que hace del otro o en estas tristes y deplorables palabras? “Para dolor de todos y de la historia, todos los atributos de este hombre excepcional se vinieron prontamente abajo” ¿Cómo? Quiere decir ¿que todos los dominicanos se sintieron adoloridos por la muerte de Trujillo o por la decadencia de su dictadura? Y que ha sido infausta nuestra historia porque se cortó su presencia y nos ha dejado huérfanos en este mundo de tinieblas, el hombre “excepcional” y “galante macho dominicano”? ¿Eso es Neotrujillismo o estamos soñando! No deja de ser claro este ensayista orteguino cuando endilga a los malos consejeros de Trujillo las torturas y los asesinatos de los últimos años de la Era: “Acabaron enloqueciéndolo, cegándolo, fastidiándolo con incriminaciones pertinaces para eliminar contrarios, iniciar aventuraras extramarinas, llevarle a cometer fechorías más crueles que aquellas con las que abrió su mundo de poder en agosto de 1930, y terminar sumergiéndolo en el oscuro drama que culminó el 30 de mayo de 1961”(95).

No es esa la misma argumentación de Angelita Trujillo. ¿Su padre no actuó; no sabía? Otros hicieron por él. La culpa es de Johnny Abbes García, de su entorno; de la SS? A Trujillo, según Lantigua, hay que llorarlo y reverenciar sus virtudes y sus condiciones excepcionales. Los malos son los otros. Es el suyo un discurso que busca castigar a los “súbdito” y absolver al amo.


¡Dios mío, ese es el secretario de Cultura del PLD; cuánto ha cambiado el partido de Juan Bosch!

Pero volviendo a su reseña, dice de forma poco feliz y menos edificante, que no sabe cuál es el propósito del libro de Angelita. ¿Pero, no se vanagloria de ser un “estudioso” de los temas del trujillismo, aunque, claro está, esa es una pose porque el Secretario sólo ha publicado un libro donde trata el tema, sin uso de fuentes originales, resumiendo lo que dicen otros y tomando fuentes sin ningún valor ni documental ni de autoridad sobre la época. Pero yo lo entiendo. Su conocimiento de la Historia como disciplina es prácticamente nulo. Tal vez por eso el proyecto de escribir la nueva historia que se gestiona en Palacio no está en sus manos.

Asegura el licenciado Lantigua desconocer lo que pretende Angelita con su libro. No tiene que ir más lejos. Secretario, quiere ganar unos centavos con su único trabajo --que sepamos-- remunerado, como bien escribiera el esclarecido periodista Pablo MacKinney. Y más allá, el secretario como historiador debería saber que el PLD está en alianza con el PRSC que ha sido el partido de los neotrujillistas. De gente que como Angelita Trujillo creen que el tiempo de su reinado es mejor que el actual.

Pero esta afirmación de la hija del sátrapa sí debe preocupar a los estudiosos verdaderos y no sólo a los políticos acomodados y a los trásfugas que realizan pactos con el pasado ominoso que ha vivido la Republica. Y es que la política de la posdictadura ha sido la del enriquecimiento de la oligarquía compromisoria con el trujillismo. Hay un doblez que se enarbola en el antitrujillismo de muchos de esos “opinadores”. Y esa falsedad consiste en endilgarle a Trujillo todo los problemas dominicanos cuando en verdad los gobernantes que hemos tenido después, exceptuando a Juan Bosch, no han sido más que trujillitos de poca estatura. Bien lo sabe el Secretario quien ha desarrollado una vida “cultural” junto a quienes usan las mismas prácticas del clientelismo y la sumisión política a través de las dádivas y el bien uso para asuntos personales de los bienes del Estado.

Sobre esto puede dar cátedra el Secretario Lantigua. Si Angelita se queja al decir que hoy los detractores de su padre no están a la altura de las acciones “buenas” del Brigadier, se debe a que los actores de la posdictadura no han actuado a la altura de lo que la nación dominicana espera. Este es un asunto que no se debe eludir. Pero el Secretario lo ve de forma muy problemática y como si se dirigiera a sus empleados dice que viren la página, (“no toquemos más esa tecla”) que hay mucho por hacer. En otras palabras: “Es pa’ lante que vamos”. No miremos debajo de la alfombra. Con esta misma actitud de “borrón y cuenta nueva”, la memoria histórica dominicana ha quedado obliterada.

Claro que las imposturas podrían ponerse en vista. A eso le teme el Secretario. A los amarre de aposento con los neotrujillistas que él cita en su libro y a su manera de excusar un régimen de oprobio. La verdadera tarea no debe ser olvidar el pasado, sino construir una historia justa. Que la justicia sea para los Trujillo como para las víctimas. La familia cercana de los Trujillo ha sido exiliada, pero los trujillistas de adentro siguen por sus fueros manipulando el presente y escondiendo los crímenes del pasado.

La memoria dominicana ha sido secuestrada. Cuando Trujillo trató de comprar a Américo Lugo recibió la respuesta más contundente que dictador alguno haya recibido en nuestro país. Hoy se busca revisar los textos de la nueva historia en el Palacio. Historiadores como Hugo Tolentino Dipp y Franklin Franco Polanco no se han dejado someter al revisor de la calle doctor Báez.

Sabe muy bien el Secretario del secuestro de la memoria y de los planes de Angelita y su entorno. Porque Angelita no está sola. Angelita está como siempre en el gobierno a través de sus acólitos que entraron el Pacto Patriótico. Todo eso lo sabe el Secretario pero les sirve, porque como él ha dicho: Trujillo tenía una imagen que conquistaba a los hombres y a las mujeres. Pero no sea ingenuo, Secretario, no era su figura la que avasallaba, sino la del poder, la del poder absoluto al que Ud. hoy le hace reverencia. No diga, en forma consolatoria, que la democracia dominicana tiene defectos. Dígame que tiene gente que se vende al mejor postor y funcionarios que comparan voluntades como quieren, tanto bajo Trujillo como bajo Leonel Fernández.


¿No esa la razón de cierta permanencia en cargos públicos?


Por lo demás, amigo lector, me mueve ver la figura impotente de una familiar de un héroe nuestro como el historiador Cordero Michel, cuyo hermano, José Cordero Michel
, uno de los jóvenes estudiosos más brillantes fue asesinado por la dictadura, en un estado de indefensión y de asco frente al contubernio de los gobernantes con un pasado ominoso.

Entiendo que la juventud de la libertad que arropó las calles luego de la caída de Trujillo, debe pasar balance de sus ejecutorias y del país que dejará a sus nietos. ¿Será su recuento tan amargo como la desesperanza que vivieron los jóvenes que buscaban un rumbo cierto a la nave nacional después de la muerte de Ulises Heureaux y la ocupación estadounidense de 1916? No es, en definitiva, la pobre Angelita, con sus escasas luces, la que debe pensar la dominicanidad ni el pasado, ni el presente dominicanos. Pero no tapemos el sol con los dedos ni dejemos de llamar las cosas por su nombre.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

No he leído el libro de Angelita Trujillo,pero segun el articulo publicado sobre éste llego a la conclusión que como no era hermana de las Mirabal por eso alaba a su padre.